30 de noviembre de 2010

Merecida despedida a Pop Life



No puedo dejar de escribir sobre esto, me amargó la noche.
Resulta que la Rolling tiene una revista on-line, ahí hay blogs (o por lo menos había, ahora sólo queda el de una flaca) y uno de los blogs era Pop Life cuyo autor era Diego Mancusi.
Los motivos de desaparición no me interesan, pero era casi por lo único que leía la Rolling (y de paso me enteraba que onda con Cerati) y ya no está.
Era una de las pocas cosas que me causaban gracia, a pesar de tener un día negro, y lo único sin sentido que me tenía permitido leer (mentira, pero si era quizás lo más grande),
Entonces gente, copensé con lo que era Pop Life.
Y como diría Mancusi: pesopalabirra.

27 de noviembre de 2010

Curiosidad Argentina

Si no habré pensado y pasado las cosas como ella
Amorosa Soledad

Soledad es abandonada por su novio y a partir de ese momento, resuelve estar sola por los próximos 3 años de su vida para evitar otro fracaso amoroso. Desde que toma esa decisión, lo único que hace es trabajar a favor de su propia contradicción. Soledad, que cree estar enferma casi todo el tiempo,conoce a
un hombre con el que las cosas parecen fluir de una manera inesperada, pero en ese mismo momento su ex la llama para decirle que quiere volver. El reencuentro la obliga a tener que tomar una decisión.

21 de noviembre de 2010

Lonely Stranger

Eric Clapton, sin dudas, uno de los más grandes entre los grandes, con él me enamoré,  desenamoré, lloré, reí, pero sobre todas las cosas, me sentí siempre comprendida y acompañada.


Cause I'm a lonely stranger here,
Well beyond my day.
And I don't know what's going on,
So I'll be on my way.

(Y para los que sencillamente no tienen idea sobre qué les estoy hablando
la escuchan acá ).

Imaginaciones de recuerdos futuros

Vamos a seguir explotando en fuegos de mil colores, con corazones reventando de gozo, confundidos y agitados, respiraciones entrecortadas y saliva dulce.
Nos vamos a reír, vamos a reír de nostalgia y melancolía.
Entonces, y solo entonces, nos podremos perder en los besos, en los abrazos, en las miradas, porque sólo ahí nos vamos a dar cuenta de qué tan cerca estuvimos todo ese tiempo.
No vamos a darle cabida a la tristeza, ya no, quizás tan sólo a la hora de partir. Porque así van a ser las cosas entre nosotros, más amantes y amados que nunca, pero siempre a horas de lejanía.
Elevada en tu amor, fomentando mi imaginación, creyendo en lo increíble y rayando en lo eterno.
A fuerza del peso de las memorias, sentada en un banco, en el pasto o en mi cama, pero siempre sentada, te voy a ver, inanimado como vas a estar, irreal como vas a ser, moviendo los labios, confesando amores puros.
Pero en ese instante la voy a ver, caminando a tu encuentro, mientras vos, día domingo, mirás hacia la playa. Ella se va a acercar, acariciándote y mientras te besa, te va a contar de su amor. Pero como es domingo, sus caricias ya no van a ser suyas, ni sus besos, ni sus amores. Tan sólo los domingos van a ser mios, en cada uno de sus movimientos mi recuerdo se va a encarnar y yo voy a dejar de ser un fantasma, letras en pantallas, únicamente reencarnada para amarte.

15 de noviembre de 2010

Nuevo y viejo

Hoy voy a escribir algo que no es viejo, pero es de hace mucho tiempo, tengo sueño, sepan disculpar todos los errores semánticos y sintácticos.

Él es exceso,  es esos centímetros que colman el vaso.

Es excentricidad, es neurosismo, es incoherencia coherente.
Es un blanco muy brillante o un negro muy profundo.
En su locura, en su de más te envuelve, te arrastra, te colorea el mundo de colores contrastantes y extraños.
En su desamor se esconden sus verdaderas intenciones de amar.
Entre tanto ir y venir, felicidad triste y risa desconsolada, me perdí o más bien me perdió.
Se golpea contra paredes de concreto invisible.
Se escupe con saliva de monstruos desconocidos.
Se ama tanto como se odia, se repugna y se enamora.

Anda perdido fijando un rumbo, creyendo en un camino de baldosas sueltas.
Ama de formas intempestivas y dolorosas.
Me exaspera, me desespera, me llora y lloramos.
Me entera, me destruye con suavidad hasta dar golpes estructurales.
Me besa en medio de la indecisión, la mia y la suya, me esculpe con manos intensas, pero no podía ser de otra forma, él que es exceso, contradicción, tartamudeo, sordera temporánea, generosidad medidamente tacaña.
Me abraza, pero no sabe que ya me tiene, me alejo para volver, me acerco para huir, me enojo para ceder y resignarme.
Ordena sus ideas en escalones al revés y crea mundos patas para arriba.
Odia con poca frucuencia, pero con intensidad si tiene que hacerlo.
Ríe con amigos y enemigos, con bienestar y con depresiones.
Respetuoso en medidas alteradas, intrincado como es, nervioso como se pone, ansioso cuando quiere.

Pd: (Luego del "Él", saquen la primera letra en mayúscula de la oración, de la serie de oraciones que empiezan con la misma letra, después únanlos en palabras y átenlo al "Él.")

8 de noviembre de 2010

Visitantes

Una de las  buenas cosas de vivir en un aparthotel es definitivamente la gente.
Aunque en estos tres años que vivo por acá me crucé con muy pocos vecinos (ya que hay nuevos siempre) logré observar y escuchar de cerca muchos acentos y colores.
Los visitantes usualmente son europeos y norteamericanos, como aquél jugador negro y  famoso de la NBA que estaba de descanso (según me informaron), que cada vez que salía lo veía siendo hostigado por niños en la puerta del edificio, firmando autógrafos.
- ¿Te dejo abierta la puerta? - le preguntaba siempre.
- Abierta, si- me contestaba mientras trataba de empujar a la masa de enanitos (porque alrededor de él todos lo eran) que se le pegaban de las piernas.
También aquella pareja de norteamericanos, como de las películas, piel blanca y brillante, con bermudas y camisas floreadas y de barba canosa el hombre y vestidos cortos deportivos de la mujer.
Muy amablemente cuando me veían me inclinaban la cabeza, con una sonrisa fresca y sentida.
O el hombre que apenas sabía responder una masa de palabras en castellano, que  me chocaba en la entrada con una gran sonrisa y con una botella de vino blanco recién comprada en el super.
Esa pareja de españoles que  veía mientras subía las escaleras, sobre todo al marido que tenía casi todo el tiempo pinta de borrachín y había veces en las que no podía abrir la puerta de entrada.
El flaco porteño, que es un morador desde hace tiempo, junto con su novia, y que me agarró en pijamas un par de veces volviendo de la terraza en las mañanas soleadas (ambos hacemos de cuenta que nunca me vió en tal estado).
Mi nuevos vecinos de piso bien podrían ser rusos, holandeses, marroquíes, o de esos países que nunca, ni aunque tuviera el dinero, visitaría, ya que nunca los ví, pero hoy los escuché charlar.
Todos tan silenciosos, misteriosos, amables, fantásticos y exóticos.

7 de noviembre de 2010

Llamadas lejanas


Escuchaba sonar el teléfono como en un eco lejano, como si fuera parte del sueño que en mi cabeza se perpetraba, un campo con flores primaverales, con tonos sepia, ahora invadidos por la urgencia.
Entonces decidí levantarme para atenderlo, pero en el momento justo en que estaba por responder, me detuve.
“¿Y si es él?”- me pregunté internamente.
La mano lista para actuar, sobre el teléfono. La vi extraña a mí, con conciencia propia.
Seguía sonando y cada vez se me antojaba más apremiante.
Levanté el tubo.
No respondí. Cortó.
“¿Y si era él?”. La pregunta estaba prendida a mi mente, sin intenciones de aflojarse.
Sin más intenciones de volver a dormir, me senté junto al teléfono esperando a que volviera a sonar.
Me comía las uñas, para evitar clavármelas en las rodillas, que encogidas como tenía las piernas, las tenía cercana a mi cara.
No sabría decir cuanto tiempo esperé en la misma posición, pero estaba segura de que volvería a llamar.
Hasta que finalmente el timbre se escuchó, agudo, molesto, inexorable.
Contesté.
- ¿Ana, sos vos?... ¿Estás ahí?... ¿Por qué no contestás?
Era él.
¿De qué me servía contestarle si ya sabía lo que iba a decirme? Él estaba seguro de que yo me encontraba al otro lado de la línea.
- Ana, contestá… Ya sé que estás, tengo que contarte algo importante, pero lo voy a decir una sola vez y quiero saber si me escuchás.
Asentí, pero no emití sonido.
Cerré los ojos, esperando a que dictara el veredicto.
- Voy a volver a llamar más tarde, espero que hablés para entonces.
El sonido intermitente de una llamada finalizada.
Suspiré con fuerza, para calmarme y volver a dormir.
Caminé con pesadez por el sopor del ambiente y que se colaba por todos los rincones de mi ser para ingresar plácidamente en mi cabeza.
Mi cuerpo, casi sin fuerzas, se apoyó sobre una cama improlija.
Mis ojos se rendían, hasta que terminaron por cerrarse sin necesidad de esfuerzo.
El campo de nuevo, aquél campo que conocía de memoria, que de chiquita había recorrido sin fin donde cada hebra de pasto se había grabado en mis manos.
Reía sin reparos y sin saber de qué, rodando en medio de flores silvestres, en una tarde soleada.
Fue en ése momento en que las nubes de tormenta se posaron sobre mí, seguidas de la frase impuesta por mi hermano: “Voy a volver a llamar”, que caía una y otra vez como gotas de lluvia, empapándome y llevándome consigo al suelo, que ya no era tierra sino barro y me fagocitaba.
Medio enterrada miré al cielo, soleado, pero podía sentir las gotas que resbalaban por mis mejillas.
Mi hermano me miraba desde arriba.
- Te estoy llamando, atendé – Mientras me hablaba, me extendía una mano para ayudar a levantarme.
Me desperté, sobresaltada, y el teléfono repicaba.
Me levanté sintiendo la cara mojada, me di cuenta de que estaba llorando.
Ana – Dijo mi hermano cuando atendí – Es el papá.
No tuvo que decir nada más, yo ya sabía.
- Está en camino.
Cortó.
Me vestí con ansias de verlo, pero con la tristeza que eso implicaba para todos los demás.
Abrí la puerta de entrada, el campo, las flores, el sol.
-         ¡Papá! – Grité al tiempo que corría, desgastando el pasto y reía sin reparos aunque ahora  sabía el
por qué.
En mi paraíso, sólo faltaba él.

Despedida

Yo no podría dedicarme a buscar soluciones con tanto ahínco, pero las he buscado. Hoy por hoy las pequeñas soluciones que di a mis problemas en el pasado sirven para crear UNA sola masa de ideas, por ahora poco ordenadas, y que si me sincero, nunca va a terminar de ordenarse. Solamente cabe recalcar que hoy, en medio de este gran desorden, del cual sólo finalmente resaltan un par de lineamientos básicos, soy libre.
Presentar mis ideales, mis bosquejos, mis razonamientos no tiene sentido, porque la única persona que realmente que quiero que los conozca es a la que más daño puedo hacerle y a la que más profundo puedo penetrar con estos.
Envuelta en esta despedida, que significa más cercanía que otra cosa, deseo decir que encontré paz en el hecho de no tenerla, que encontré mi equilibrio entre tantas idas y venidas y que hoy, soy perfecta en la soledad que me rodea, porque ya no es (y no va a poder volver a ser) una soledad interior.
Así, sintiendo ese calorcito, esa cálida sensación de riqueza propia, siento que soy capaz de soltarme de todas aquellas amarras que podrían haberme enlazado en algún momento.
Hoy soy libre de las ataduras que yo misma me investí, y de aquellas que de una forma u otra me mantenían en las sombras.
Sin más, me despido principalmente de lo que yo solía ser, de toda aquella oscuridad que me oprimía y también de todo lo que logré construir a su alrededor.
Es el final de un capítulo, un final prometedor, y que si todo va correctamente, se va a ver muy comprometido, siendo así la forma de abrazar y defender lo que soy ahora, libre de impurezas y tan clara como nunca pude ser.


2 de noviembre de 2010

¿Única?

Tentada por la curiosidad, dije: "¡Si!, ¿por qué no?".
Tipeé con avidez mi nombre en el buscador.
Y claro, otras personas tenían mi mismo nombre, para mi desgracia. Eso debería haber esperado, pero por esta idea implantada en mí desde chiquita que mi alma, cuerpo e identidad eran únicas, creí que no podía caber entre las opciones racionales.
Sintiendo un gran desgarro de esquemas en mi interior, me vi con pelo castaño claro, una boca roja y abrazada a un muchacho de barba incipiente. Y como si eso no fuera poco, me descubrí con varias décadas de más, pelo corto y rubio, festejando al lado de un señor con una maraca en la mano, casi invisible entre la multitud.
La decepción me invadió al ver que el autor de semejantes desaires era nada menos que mi archienemigo actual, Facebook...
Calmándome un poco me dije para darme aliento: "bueno, pensá que los Juan Pérez la deben pasar peor" (sin intención de herir a ningún Juan Pérez, claro). Para después reirme de mi patetismo, "como si la desgracia ajena fuera a salvarme de la propia".
 Ahí me dí cuenta del ínfimo tamaño de mi ser en el mundo. ¿Cúantas Marías Soledades Amayas podría haber en el mundo? ¿Cuántas identidades hermanas tendré?
Las frases de amistades tempranas que escribían :"Sole, sos única" en hojas Rivadavia, eran fraudulentas al fin y al cabo, pero no dejaban de resonar como ecos en mi cabeza, con intención de darle un tinte aún más añejo a la situación. Así pasaba cuando nos creíamos únicos en el universo.
Como bien supieron decir en una canción unos pibes talentosos, ya no tan pibes pero igual de talentosos: "Yo sólo soy un pedezo de tierra [...] yo sólo soy uno más en la Tierra [...] ¿Cuántos pensarán como yo?"