10 de septiembre de 2011

Conclusión Maravillosa

Ella se veía, caminando hasta la plaza, sin dejar de leer "Lezama" en una página invisible.
Venía masticando lo que iba a decir, cómo iba a actuar. Estúpidamente, claro, porque sabía que en el momento en que sus miradas se encontraran, ella iba a soltar las cosas como mejor le salieran.
Se cruzó de piernas, ya sentada en un banco frente a la Casa de Gobierno.
Lo vio venir, desde la 25 de mayo, escuchando música.
Ella pensaba en Alejandra, en Martín.
- Te dije que tengo una conclusión maravillosa.
Esperó a que estuviera sentado.
- Es hermosa - suspiró, mirándolo a los ojos - no sólo es hermosa, sino que te ama.
>> Es fantástica, perfecta. Y te está esperando. Van a tener una casa, con dos patios, uno con pileta, atrás. Adelante van a tener una mecedora, donde ella se va a sentar con Lulú, quizás cantándole. Van a tener un perro, (querían un bulldog, porque habían tomado la costumbre de cantar esa canción, como tantas otras, en armonía) pero ambos deciden que es mejor un beaggle, porque son mucho más simpáticos.
    Van en un auto, ella con Lulú en brazos, adelante, y los hermanos en el asiento de atrás, un día domingo. Vos manejás y decís algo tan gracioso que ella despierta a la bebé a causa de la risa. Son felices.
    Yo le voy a regalar mi sueño. Ella puede tenerlo, porque te está esperando para que sean felices. ¿Sabés? es milenaria, un alma vieja como me gusta decir a mí y eso es lo que te va a encantar de ella.
 Él, preparaba su contestación, abriendo levemente la boca.
- Tenés que comprender Martín, que como tu Alejandra, voy a pertenecerte, pero ¿a qué precio?. Así como el personaje que una vez supiste llamarme, tengo un fin y no es lejano.
En silencio entendieron que esto era y que nada más había ya. De forma casi natural, la despedida se redondeó en un abrazo eterno, compasivo, comprensivo, completo.

María se mordía las uñas, mirando fijamente una baldosa, sentada en un banco frente a la Casa de Gobierno.
Lo vió llegar, caminando desde la 25 de mayo.
Se sonrieron con aire gris.
Ella lo abrazó, lagrimeando y le susurró, colgada de su cuello, muy cerca del oído, que lo amaba.
Él entendió que la conclusión estaba dicha, y que era aún más maravillosa de lo que él había pensado.