29 de octubre de 2010

Reencuentro

A este cuento lo escribí hace un tiempo, lo rescaté de un cuaderno medio destruido, no tiene título, pero le vamos a inventar este, ahí va:
Habían pasado un par de años desde la última vez que vi a María.
Ella me mantuvo a la expectativa otro par de años antes cuando finalmente pude tenerla conmigo. La relación fracasó por cuestiones externas a nosotros y lamentablemente no duró mucho.
Ahora estaba acá, y quedamos en encontrarnos en una plaza.
No la reconocí.
Ella, al parecer, me reconoció de inmediato (quizás uno con los años pierde esa capacidad de reinventarse).
Me saludó con un movimiento efusivo de sus brazos desde el otro lado de la plaza.
Yo, cruzado de piernas, no sabía si responderle.
Trotó hasta mi encuentro.
Cuando la tuve frente a mí, no sabía cómo comenzar a hablarle.
-Hola- Soltó María con una sonrisa amplia y blanca.
-Hola- Contesté, también con una gran sonrisa.
Así fue que nos animamos a besarnos en los cachetes.
Nos miramos un poco incómodos, y nos sentamos.
¿Por qué había ido? ¿Por qué no pude simplemente rechazar la invitación?
Ella se rió.
Sorprendido, le pedí una explicación con la mirada.
- Parezco una completa desconocida ¿no? Se te nota, ni siquiera me reconociste.
Su sonrisa seguía intacta mientras me estudiaba.
- Seguís igual que antes, claro que te reconocí - ¿Por qué contestar eso y no con la verdad?
- En cambio... - me dijo como si no hubiera dado respuesta- vos seguís igual, pero extraño tu barba.
Con el dorso de su mano me rozó ligeramente la cara.
Nos callamos un rato y miramos la plaza.
María suspiró un par de veces, vieja costumbre.
De repente se levantó y me miró.
- A pesar de que adore las plazas, tengo frío ¿Si nos vamos a tomar algo caliente?


Caminamos hasta un bar del centro, mientras hablabamos de cosas vanas.
Cuando nos sentamos, ella pidió un submarino con medialunas y yo tentado, la acompañé.
- ¿Sabés cuántas calorías tiene esto, María? - Dije un poco consternado mirando como ella se atragantaba.
Se rió entre dientes.
- Querida, mañana hacemos dieta - me contestó sumergiendo su nariz en la taza.
Yo todavía iba en la mitad de la taza cuando ella ya había terminado, y miraba, con el mentón apoyado en su mano, a través de la ventana.
 - ¿Qué tal la facultad? - me preguntó sin mucho interés y sin quitar la mirada del exterior.
- Bien, terminando.
Ella había dejado de sonreír, y no estaba muy seguro de que me hubiera escuchado.
- ¿Vos? - Dije, buscando conversación, pero yo tampoco estaba muy interesado.
- Bien.
María juntaba migas en la mesa y las volvía a desparramar, pensativa.
Suspiraba seguido, una costumbre muy incómoda, como si estuviera cansada o aburrida todo el tiempo.
Levantó la mirada y me miró fijo a los ojos, como no lo había hecho en mucho tiempo.
- Tenés algo distinto- comentó, achinando los ojos.
 - Bueno, María, pasó el tiempo... ya no soy un pendejo.
Sonrió a medias, no proseguí, me dedicaba a terminar mi taza.
- Quizás son las arrugas las que me desubican - dijo sarcásticamente y revoleando los ojos.
- No cambié tanto tampoco che - añadí limpiándome la boca, exitoso.

- ¿Estás viéndote con alguien? - preguntó también de forma repentina e insinuando poco interés.
- Si, hace un par de meses - contesté serio, mirando a la mesa.
"No puedo esperarte por años" - pensé internamente.
Por ella no pregunté, no quería saber.
- Es una lástima - dijo buscando con la mirada al mozo.
- Vos también debés estar saliendo con alguien - se me escapó, un poco molesto.
Se sonrió ampliamente.
- Si, estoy... - se volvió hacia mí, ya que su búsqueda fue infructuosa - la verdad es que siempre fue una intriga volver con vos, siento que hay algo inconcluso.
No contesté, porque justo vi al mozo cruzar la puerta  y lo llamé. Después de pagar, fuimos a dar una vuelta.


- Mirá... María, volver ya no es una posibilidad - dije con remordimiento, y sin motivos verdaderos para afirmar semejante cosa - creo que no podríamos, además de que quiero darle una oportunidad a la relación en la que estoy... - "buena excusa", me festejé- no estoy seguro de lo que siento por vos. - tenía que terminar diciendo la verdad, no podía ocultarlo-.
Me miró unos instantes, metió las manos en los bolsillos de su sobretodo y se encogió de hombros.
- ¡Qué frío de cagarse! - Dijo en un ademán de cortar con la tensión.
Aprovechó para cambiar de conversación, y mientras, la acompañé a su casa.

-Chau - dijo escuetamente y me dió un beso en la mejilla, para después disponerse a cerrar la puerta.
Respondí de igual forma y crucé la calle.
La vi entrar.
"La perdí por segunda y última vez" - me dije mientras me encorbaba y luchaba contra el frío, con las manos resguardadas en los bolsillos del jean.
Tenía razón, ¡Qué frío de cagarse!

27 de octubre de 2010

Intitulado: nº 1

Quiero hablar con el gerente -Dije  en un arrebato la otra noche.
Pero, ¿a quién le reclama un títere?

25 de octubre de 2010

¿Qué les pasa...?

¿Qué les pasa a los irresponsables? Sin dudas son uno de los tipos de las muy pocas personas que pueden sacarme de quicio.

23 de octubre de 2010

De los amores y sus perfecciones

Diría que fue ayer, pero la verdad es que me pierdo en los días.En fin, charla va charla viene, resolví que no me había sentado a pensar seriamente sobre cuales son las características que debería tener un alguien para lograr moverme el piso. En ese momento resolví que no era de gran importancia, pero esta mañana, me vino esta comezón por caracterizarlo. Sin más preámbulo, ahí va:
Amante de la música y la literatura, tímido, ensimismado, confuso, complejo, un poquito neurótico, culto, con cosmovisiones frescas y nuevas, que se ría sólo de las cosas que valgan la pena reírse, que disfrute y respete los silencios, que todo lo que diga tenga trascendencia, una persona sin grandes odios pero si grandes amores, leal, comprometido, que no derroche besos ni palabras de amor o aliento, que sólo mienta cuando tenga un buen motivo para mentir, abierto a escuchar cosas distintas pero sólido en sus creencias, espiritual pero sin caer en una religión puntual, afectuoso pero medido, con miedos irrazonables, bohemio, desestructurado ... y probablemente muchas cosas más. Quizás no son cualidades que busque en una sola persona real, pero son todas cualidades que me enamoraron de sus dueños y que las junté en un "ideal".

22 de octubre de 2010

¿Qué pasaría si el mundo se inclinara?

¿Qué pasaría si el mundo se inclinara? Así como suena, un día todos nos levantamos y notamos todo torcido, como si caminaramos en la ladera de una montaña.
Nuestro sentido del equilibrio tardaría un tiempo en acostumbrarse, por lo que nos marearíamos y nos dolería un poco la cabeza y de apunarse ni hablemos.
La gravedad también tendría que adaptarse supongo, o si no las cosas se caerían más fácil.
Correr sería el ejercicio más practicado por su efectividad, aunque sólo habría que elegir subidas.
Todos los medios de transporte cambiarían el tiempo de sus recorridos, dependiendo de la dirección que tomen, claro, si va para arriba o para abajo.
Seguro que Hollywood haría miles de películas, y los canales sobre ciencia harían otros miles de documentales.
 El extraño suceso sería tema de tesis de muchos profesionales, y habría una comisión de la ONU (ellos que tienen comisiones para todo) exclusivamente para tratar de solucionar este incoveniente.
¡El mar! Ya no veríamos madres consternadas por sus nenes que se ahogan en las profundidades de los océanos en los meses de vacaciones, sólo tendrían que dejarlos de los lados menos profundos. Pero... ¿No habrían inundaciones y sequías? Pensando los océanos como vasos de agua que se vuelcan.Y entonces, que los refugiados, que los inundados, que los ensecados, y los demás "ados".
Las escaleras habrían de modificarse, las rutas, los cultivos (y sus respectivos sistemas de riego)...
Los presidentes se reunirían asiduamente para discutir posibles soluciones.
Los creyentes seguro dirían que es represalia de Dios por los errores humanos y quien sabe si propondrían un doble bautismo.
Las guerras en vez de ser por cuál es el régimen religioso más adecuado, serían por cuál de todos esos Dioses mandó semejante calamidad y quién tiene la culpa de ello, ¿serán los chinos, los árabes, los gringos, los sudacas?
"¡Nuevos productos anti-desequilibrio!... ¿Ud se apuna muy fácil cuando tiene que viajar? No se preocupe más! Compre.." 
Foros, centros, 0800 y demás para los fatalistas que se creerían en el comienzo del fin del mundo.


Mejor que no nos muevan el tablero, que lo torcido seguiría torcido, los de abajo más abajo y los de arriba más arriba.

9 de octubre de 2010

Merlina


Su mirada inquisidora, reposada en un rostro plácido e inocente, me penetraba desde la esquina de la mesa.
Yo, parada, tomando de mi copa de vino, hacía de cuenta que no podía verla  por el rabillo del ojo.
Ella tenía que hacer un gran esfuerzo para apoyar sus codos sobre la mesa, parada en puntas de pie se estiraba y trataba de mantenerse calma.
Sorbí con rapidez lo último que me quedaba de vino en la copa y escapé hacia la cocina. Allí, sintiendo el calorcito interno del alivio, me dediqué a lavar.
Sabía que si giraba tan solo un poco la cara podría verla escrudiñando cada uno de mis movimientos con esos ojos marrones chocolate, que no dejaban ingresar ni un atisbo de luz.
Cuando tomé el valor de darme vuelta hacia la puerta, la pude ver recostada contra el marco, viéndose ínfima e indefensa.
Sus pequeños bracitos la rodeaban y sus dedos se encontraban entrelazándose como si nunca se hubieran tocado entre si, en el refugio de su espalda.
La miré largamente, y ella como única respuesta ladeó su cabeza unos cuantos grados, recostándola como al resto de su cuerpo, sobre el marco de la puerta.
Suspiré. Por primera vez esperaba un comentario suyo, una palabra siquiera, pero no recibí nada.
Sólo se dedicaba a observarme eternamente.
Me senté abatida en el suelo, y allí en medio de la cocina comencé a sentir que las lágrimas poco a poco se deslizaban por mis mejillas. En un intento vano de guardar algo de decoro, me tapé la cara con la mano.
Entonces fue cuando supe.
Su calor era inmenso, más grande que sus ojos, más grande que su misterio.
Su palma se había apoyado con delicadeza sobre mi cabeza, grande y derrotada.
Con un poco más de fuerzas me animé a mirarla, a dejar que ella me viera.
Podía imaginar mi rostro, surcado por líneas negras de rimel corrido, ojos hinchados, ojeras, labios enrojecidos, pómulos brillosos.
En su pequeña inmensidad, me miraba desde lejos, desde metros de altura.
Su mirada, oscura e impenetrable se posaba en mis lágrimas, que sin consuelo ni mesuras seguían rodando por mi cara, despacio, casi haciéndome cosquillas.
Con una media sonrisa en sus labios infantiles, su comprensión y perdón se hicieron visibles.
Con paciencia y dulzura cruzó, con sus dedos cortos y diminutos, el universo que nos separaba, para limpiarme las lágrimas.
Suspiré, renovada, mientras veía cómo atravesaba el mar inmenso que nos desunía y se sentaba a mi lado.
Las dos, ahora nos acompañábamos en aquella profunda realidad delimitada por azulejos blancos.
Inundada en toda su pasividad, se cruzó de piernas y apoyó el mentón en la palma de su mano.
No tardó mucho en abocarse a su tarea sin fin, pero esta vez no tuve miedo de devolverle la mirada.
Con el mismo afán descubrí que tenía mucho más de mí de lo que nunca podría haberme imaginado.
Ambas nos contemplamos con paciencia y tranquilidad, estudiando cada rasgo, cada brillo en la superficie de la piel.
 Cada vez más parte suya, recosté mi cabeza en su regazo, y dejé que sus deditos se enredaran en mi cabello.
Sabía que su mirada inquisidora no se iría, una mirada que respondía muchas más preguntas que las que planteaba, una mirada profunda, familiar, tersa y cálida.
El calor de su mano en mi cabeza terminó por dormirme.
Merlina, la llamé, sumergida en ensueños.
Sentí su estremecimiento, el saberse reconocida y aceptada.
Cuando desperté no la encontré a mi lado, pero sabía que si miraba por el rabillo del ojo la vería, cuestionando, amando, respondiendo.

Crónicas de una indigestión

¡Esperá que tengo que hacer la digestión!... Yo solo digo que va a ser un asco, voy a vomitar todo… ¡¿Entonces por qué no venís y lo hacés vos?!... ¡Nada te conforma!, te digo que lo voy a hacer pero acabo de comer, así no son las reglas che… Pero si el tipo está medio muerto, ¿Qué diferencia le va a hacer que espere unos minutos  o no?... No… Dentro de un rato, pero no te preocupes que tengo el tema del tiempo resuelto… Y, bueno, no sabría decirte… Sabés que si…¡Pero que soy impresionable, carajo!, no entiendo por qué no viniste y resolviste todo esto vos de una buena vez… Vos siempre contás la guita y yo me tengo que tragar mis quejas y hacer lo que vos no te animás… Ése es tu problema, a mí no me metás… Bueno, te veo dentro de un rato.
Cortó el teléfono un poco molesto, siempre yo con la misma mierda encima, se apoyó un poco en la pared del living y para terminar de sacarse las dudas se rascó la cabeza con la culata del arma.
Se irguió con rapidez y se encaminó hasta el viejo que estaba tirado en el parquet, se arrimó y con pereza le dijo al oído: Padre nuestro que estás en los cielos… viejo no me guardes rencor, vos sabés que no es personal.
Se enderezó y mientras soltaba un suspiro entre dientes, sintió que las náuseas le aflojaban las rodillas. Yo sabía, la puta madre…

John Lennon's Cumpleaños

Feliz cumpleaños John



3 de octubre de 2010

La muerte y sus aromas

Hace poco más de una semana una persona muy cercana me contó que cuando uno siente un aroma a flores de la nada es porque una muerte inminente se aproxima.
El viernes, en una caminata nocturna, sentí un suave perfume a rosas. En ese mismo instante el comentario vino a mi mente, me sonreí un poco, pensando en la poca credibilidad de la afirmación.
Aún así, con gran asombro, después de buscar un poco a mi alrededor, no encontré ningún rosedal. Había mucho viento, asi que deduje que eran vapores que provenían de algún jardín de alguna casa, terminando sin mayores sorpesas la noche (exceptuando una mitad de un cd de Calamaro tirado por ahí, que si no fuera porque faltaba la mitad, estaba en bárbaras condiciones).
Esta mañana, mientras me cambiaba para ir a hacer una llamada, mi mamá me dijo con un poco de molestia (ya que no había podido dormir en la noche) que la madre de una vieja amiga suya se había muerto a la madrugada.
Y heme aquí escribiendo, un poco sorprendida.

2 de octubre de 2010

Un sábado blanco más

Me urgió caminar.
Pantalón a rayas amarillo, buzo tejido, zapatillas olvidadas y libros en un bolso verde.
Las cuadras estaban vacías, a pesar de ser un sábado a la tarde. Será el frío.
Un collar, sí, eso tenía intención de regalarle.
Los artesanos de la plaza, nada que me cuadre.
Los caminitos de ladrillo, el viento frío.
"¿En serio que no tenés cambio?". Y claro, si sólo quería un chupetín.
Los turistas se amuchaban para ver la plata empedrada, las ocarinas, los botones de madera.
Chile... ¿cómo será?
Los bancos ocupados todos, me conformo con uno frente al palacio legislativo, pero no el que usamos nosotros aquella vez.
Un solo de guitarra jazzera.
Los enamorados se giran para estudiarme unos minutos entre beso y beso.
Quiero besarte.
Los ojos hinchados: una noche no muy larga y lágrimas amanecidas.
Las gárgolas inamovibles apostadas frente a las entradas imponentes.
"El arribo de Don Horacio a su casa coincide con el de otro vecino, que vive cincuenta metros más lejos..."
Las risitas de la muchacha sentada en el banco de mi derecha.
Pero, ¿Y si estuvieras acá? Evidentemente el frío no sería tan frío, las risas serían las mias y los besos serían tuyos.
Un hombre con una pala, un viejo cantando, unos niños jugando.
La nena de anteojos. Avril, me gustaría abrazarla y que me sonría.
Vuelvo, aunque de eso se trata ¿no? . Yo vuelvo y vos te vas.
"Olivia a veces se acuerda y a veces se olvida de respirar".
"¡Hola! ¿Qué tal? bien, paseando, ¿Me das unos chupetines?"
 "Nunca pensé encontrarme con el Diablo..."
Cierro la puerta de entrada.
"...tan vivo y sano como vos y yo.."
Subo escaleras y acá estoy.
Un sábado blanco y puro, de cielo un poquito gris.