9 de octubre de 2010

Crónicas de una indigestión

¡Esperá que tengo que hacer la digestión!... Yo solo digo que va a ser un asco, voy a vomitar todo… ¡¿Entonces por qué no venís y lo hacés vos?!... ¡Nada te conforma!, te digo que lo voy a hacer pero acabo de comer, así no son las reglas che… Pero si el tipo está medio muerto, ¿Qué diferencia le va a hacer que espere unos minutos  o no?... No… Dentro de un rato, pero no te preocupes que tengo el tema del tiempo resuelto… Y, bueno, no sabría decirte… Sabés que si…¡Pero que soy impresionable, carajo!, no entiendo por qué no viniste y resolviste todo esto vos de una buena vez… Vos siempre contás la guita y yo me tengo que tragar mis quejas y hacer lo que vos no te animás… Ése es tu problema, a mí no me metás… Bueno, te veo dentro de un rato.
Cortó el teléfono un poco molesto, siempre yo con la misma mierda encima, se apoyó un poco en la pared del living y para terminar de sacarse las dudas se rascó la cabeza con la culata del arma.
Se irguió con rapidez y se encaminó hasta el viejo que estaba tirado en el parquet, se arrimó y con pereza le dijo al oído: Padre nuestro que estás en los cielos… viejo no me guardes rencor, vos sabés que no es personal.
Se enderezó y mientras soltaba un suspiro entre dientes, sintió que las náuseas le aflojaban las rodillas. Yo sabía, la puta madre…

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