21 de marzo de 2012

The Thrill is gone

- ¿Y el café?
- Hacetelo vos.
- ¿Cómo? Pero si vos...
- Sí, bueno. A veces es así. Una tiene ganas de hacer el desayuno un día y después no.
- No sabía que...
- Y sí.

Él la miró por encima de la mesa de la cocina, sorprendido.
Ella del otro lado, seguía revolviendo su café, concentrada en el fondo de la taza.

- ¿Es sobre el café nada más?
- No.
- Me imaginaba.
- También es por verte la cara todos los días, desde que me despierto hasta que me acuesto.
- Pero si casi no estás en casa.
- No interesa, saber que estás acá me hace no querer volver.

Se callaron. 
Ella se levantó y tiró el café por la bacha de la cocina.
Él escuchó cómo caminaba hacia el cuarto, arrastrando las pantuflas por el pasillo, abría el placard, sacaba la ropa, cerraba con fuerza.
Cómo tiraba las pantuflas, y se ponía los tacos; volver sobre sus pasos, pasando frente a la cocina, dirigiéndose hacia la puerta principal.
Escuchó, perdido en el efecto Doppler, cómo bajaba los escalones de las escaleras. 

Puso a calentar agua para hacerse un té. El café nunca le había gustado.

                                                                                                   
     Lo que me supo inspirar la canción y esas cosas de las que tanto me hablaste.