4 de diciembre de 2010

Boceto de familia 1: El viaje





Como ando apurada por cuestiones de fuerza mayor, le meto pata con algo que quiero escribir hace rato, a ver que sale.


En el verano nos fuimos de viaje a la playa mis abuelos, mi vieja y yo.
Lindo todo, nos bajamos en Retiro (estuvimos dando vueltas un par de horas porque los horarios no coincidían)  y de ahí nos tomamos el micro hasta Necochea.
Después de vagabundear (cuatro horas de espera), por lo que mi abuela se quejaba: "¿adonde vamos? A mi no me tengan dando vueltas sin rumbo", y a lo que mi abuelo respondía: "¡Qué se yo adonde vamos, Clarita! ¡Yo no soy de acá!", buscando infructuosamente un "hotelucho" por insistencia de mi abuelo, nos fuimos a comer lo que mi abuela llamó un "desayuno fuerte" (un par de empanadas y sandwiches de lomito a las 10 de la mañana), para entonces, finalmente, subirnos al colectivo.
Llegamos a la casita toda nuestra por 15 días, y después de acomodar un poco las cosas, nos acostamos a dormir.
Al día siguiente mi vieja saltó con la urgencia de ir a la playa, mi abuela secundó y nos mandamos no más, primero a desayunar por ahí y después al agua.
Estábamos a cuatro cuadras de la playa, por lo que no fue tan dura la excursión.
Norteños nosotros, ignorantes en cuestiones playísticas, nos quemamos lindamente los pies en la arena hirviendo bajo el sol polenta de la 1.
En fila india, mi vieja me pidió que lo cuidara a mi abuelo, que cerraba la procesión saltarina.
Mis pies se tornaban color rojo tomate cuando a mi abuelo se le ocurrió parar a preguntar por una sombrilla (él tenía unas hermosas alpargatas blancas, a diferencia del resto, que llevábamos hojotas).
Lo esperé unos minutos, pero cuando ya pasaban a hablar de fútbol con el señor en cuestión y mis pies me hacían lagrimear los ojos, decidí continuar al grito de :" ¡Abuelo, lo esperamos cerca del agua!".
Él no me contestó, compenetrado en la conversación (pero ahora que lo pienso quizás no me escuchó).
Las bailarinas veraniegas llegamos al agua, donde no tardamos en meter los pies.
"Sole, ¿ y tu abuelo?", preguntó, acertada, mi vieja en el momento en que vio que no estaba por ningún lado.
"Y... no se, se quedó preguntando por una sombrilla, le dije que nos encontrara acá... seguro se fue a alquilar una, ya va a volver... ¡Me quemaba los pies!".
"Ya va a venir, no nos vamos a perder el día en la playa por eso", resolvió mi abuela mientras amagaba adentrarse un poco más en el agua.
Y así fue como el primer día en la playa se nos perdió el abuelo.

2 comentarios :

  1. jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja

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  2. jajajjajajajjajajajjajajajajjajajajajajaj tenian que ser clarita y ventura ! no se los va a olvidar a los viejos nunca!

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