1 de enero de 2011

Soledad


Espero de corazón que no leas esto, las confesiones de amores nunca terminan bien, y mucho menos entre nosotros.


Pero esta no era una soledad perfecta, era completamente acompañada, lo cual la hacía un intento de soledad, y así, aún más patética, porque si hay algo que debo reconocer de la soledad es que es noble cuando tiene verdaderas intenciones.
No sabía que hacer, ¿y si lo llamaba? No era correcto, la vida sigue… además nos habíamos visto hacía un par de días.
Aunque no a ÉL porque ya no era de mi agrado, entonces entendí que mi soledad siempre iba a ser imperfecta, siempre iba a haber un amor desandado que me recordara que nunca estuve completamente sola.
Embalada en mi solitario aburrimiento, saqué de la cocina una factura, la cual entre mordida y mordida, fue convirtiéndose en un error.
Las reminiscencias de una tarde feliz hicieron estragos en mi cabeza.
La dejé, a fuerza de cordura, pero ya era muy tarde.
Su sonrisa, sus besos, sus abrazos, sus caricias, sus murmullos, sus ojos… Ay, sus ojos.
¿Estarás pensando en mí?

3 comentarios :

  1. Que, la factura era de membrillo y no te gusta el membrillo?

    Ah, por cierto, nunca es una palabra fea, como una mala palabra al igual a que la palabra infinito, "son malas palabras" como decía un profesor de matemáticas...

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  2. no, no me gusta el membrillo, pero ese no es el tema. Y te digo nunca mira: NUNCA

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  3. Oh! maleducada...

    Como no te va a gustar el membrillo? es riquísimo en un sacramento, por dios...

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