19 de enero de 2011

Siesta de captura

Los subalternos, en la comisaría, esperaban con nervios crispados instrucciones a seguir.
El comisario, con expresión ceñuda, pensaba con rapidez la mejor forma de actuar.
Miró con fiereza al fugitivo.
- Te tenemos acorralado- la voz del Jefe resonó en el recinto con gravedad.
Una fugaz mirada disparó a los cabos a sus posiciones.
Todos tenían los ojos fijos en el objetivo.
Acorralado, el frustrado fugitivo, observaba con consternación el círculo cerrado que habían hecho a su alrededor.
Desarmado, temía por su vida, el pulso se le aceleraba, y su latido lo aturdía.
Intentó, desesperadamente, escapar por los puntos débiles de la valla de policías, aunque no resultó.
La respiración del comisario se hacía pesada, el apresado temía darle la espalda, pero ya era muy tarde.
Sintió cómo con agilidad se le abalanzaron y lo sujetaban con fuerza.
Trató de zafarse, pero las manos que lo aferraban eran demasiado fuertes.
- Deberíamos matarlo- comentó alguien en el tumulto.
Algunos se sumaron a la proposición, pero el comisario no compartía semejante atrocidad.
Tajante como sólo él podía ser, contestó con un ronco y decidido "No".
- Cabo, abra la puerta.
El muchacho aludido, joven y menudo, lo miró con estupefacción, aún así, temeroso de represalias, abrió con diligencia la puerta.
- Señor, ¿está seguro de que...?
El comisario no hizo más que apartarlo con un ademán, tomó al apresado entre sus propias manos, y casi con cariño, lo soltó.
- Andá, sos libre muchacho, espero que no te vuelva a encontrar porque ahí sí que no te perdono.
Lo miró mientras se alejaba por la vereda, en medio del sol rajante de la siesta.
Con convicción, se giró sobre sus talones y se encaminó a su oficina.
Todos los implicados en tamaño operativo seguían atónitos.
- ¡A trabajar! - gritó el comisario en tono imperativo.
Dos cabos, luego del revuelo, comentaban mientras acomodaban el desorden que había dejado atrás la hazaña de captura:
- Mirá que tuvo suerte de ser ratón y no delincuente, sino el Jefe no le perdonaba.

1 comentario :

  1. Casi, casi que se parece al principio de ''No habrá más pena ni olvido'' de Osvaldo Soriano. Casi, pero no.

    Gracias por la visita.

    Saludos

    J.

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